La mejor cerveza del mundo
Le he preguntado a ChatGPT cuál es la mejor cerveza del mundo. Se lo he preguntado con suficiencia pomposa y prepotente, esperando un desliz de la máquina para poder hacer escarnio público.
Pues va y me contesta que eso es algo subjetivo y que depende de muchas variables.
Qué asco me da la inteligencia artificial. Pero si eso era justo lo que iba a escribir yo. Podría pegar aquí la respuesta que me ha puesto y no notaríais si lo he escrito originalmente o no.
Mi aproximación a la mejor respuesta posible
El caso es que es una pregunta trampa. Me la han hecho muchas veces durante las catas y la verdad es que al principio no sabía muy bien cómo responder porque parecía que nunca quedaba totalmente satisfecha la curiosidad. Durante un tiempo respondía que la que tiene un mayor consenso internacional es la Westvleteren XII, aunque hay que precisar que su poca disponibilidad la han catapultado a la condición de mito; y eso puede responder a una parte pero no a toda la amplitud del término “mejor del mundo”.
Otras veces contestaba que era una Cantillon, o una Tilquin, o 3 Fonteinen; dándole mucho valor al proceso de elaboración de la cerveza lambic, el tiempo que conlleva y la mano y la experiencia de los elaboradores para las proporciones de las mezclas.
Me di cuenta más tarde de que desde mi posición impartiendo una cata podía inocular la idea de que cualquier cerveza que eligiera (a veces por razones puramente comerciales) podía ser “la mejor cerveza del mundo”. Y no me parecía nada justo para el que me hacía la pregunta.
A partir de ahí introduje en la respuesta el concepto de experiencia que transciende el simple acto de beber cerveza. Que las cervezas tradicionales, elaboradas con métodos ancestrales, nos transportan a través del tiempo. Que cada sorbo es una conexión con la historia y la artesanía de una región en particular. O que cada cerveza artesanal moderna es una joya, donde el maestro cervecero vierte su pasión en cada lote producido y por lo tanto la cerveza pasa a considerarse arte líquido.
Sí, algo así decía. Perdón.
Manzanas y peras
¿Existe realmente una “mejor” cerveza? Para empezar hay tantos estilos de cerveza y tan diferentes entre sí que difícilmente pueden ser comparables. Es complicado que si alguien está acostumbrado a, por ejemplo, las cervezas Kellerbier clásicas alemanas, pueda apreciar de la misma manera los estilos ultralupulados con las últimas variedades de lúpulos criogénicos.
O dime como le explicas a un amante de alguna ale local servida en cask en cualquier pub inglés que no tiene ni puta idea porque una Imperial Stout envejecida en barrica bajo la tundra de Alaska le da mil vueltas.
Y creo que justo ahí está la clave del asunto. Hoy en día me costaría decir que exista una mejor cerveza incluso por estilo, así que elegir la mejor de las mejores (ni siquiera un top 10) me resulta personalmente imposible.
Hay que asumirlo
La subjetividad es un factor que no se podrá superar, por mucho que los beer sommelier puedan exponer una serie de características objetivas que hagan una cerveza ser mejor; o defectos que la hagan ser peor.
Muchas veces lo que rodea a la cerveza es tan importante (o más) que la cerveza en sí misma. Dónde la estás tomando, con quién, cuál es tu estado emocional, cuáles son tus expectativas (si las tienes), etc. Y también cuánto tiempo hace que se embotelló esa cerveza, desde dónde viene, en qué condiciones ha estado almacenada, cuál es tu conocimiento sobre lo que estás bebiendo, etc.
El maravilloso recuerdo que tenías de esa cerveza artesana que te tomaste en una playa de Croacia puede desvirtuarse cuando por fin la encuentras y la vuelves a tomar en casa. Y la culpa no es de la cerveza.